Secuestro de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés en 1982: MONSEÑOR JAIME BRUFAU: “ESTABA DISPUESTO A COOPERAR Y AYUDAR EN TODO”
Mario Flores Ponce (*)
Monseñor Jaime Brufau, Obispo de SPS
Después de
lo ocurrido y habiendo sido rehén (1), le presenté al Obispo de la diócesis de
San Pedro Sula, Jaime Brufau para conocer desde su perspectiva de negociador y
desde afuera, con un pie adentro en nuestro cautiverio, un cuestionario que
gentilmente me contestó oportunamente.
1. ¿Cómo fue que se vio
envuelto en las negociaciones con los terroristas?
Yo llegué a enterarme de la toma de la CCIC
como a las 7.30 pm hacia las 8pm. Me llamaron de diario Tiempo preguntándome si
estaría dispuesto a mediar. Me sorprendió mucho la pregunta, después de un
momento de silencio, que, aunque no me gustaba nada, estaba dispuesto a servir.
Hacia las 9.30 pm me llamó por teléfono el
general Álvarez Martínez pidiéndome del parte del señor Presidente de la
República que formara parte de una Comisión Negociadora que, según me dijo él
en aquel momento, el Gobierno quería que estuviera integrada por el Señor
Nuncio, el Encargado de Negocios de Venezuela y por mí. Le conteste que yo no
sabía nada de estos problemas y de cómo proceder en ello, pero que, si
consideraban que podía ser útil en algo, estaba dispuesto a cooperar y ayudar
en todo lo que estuviera en mi mano. De más está decir que aquella noche dormí
muy poco y muy mal.
2. ¿Qué instrucciones recibió
de parte de los negociadores del gobierno y del Ejército de Honduras?
Las del primer día básicamente consistieron en
analizar a fondo la situación, que se veía muy confusa en la mañana del sábado
18. Además, recibíamos las condiciones del Gobierno para iniciar formalmente el
diálogo y las exigencias de los guerrilleros. Las condiciones del Gobierno eran
estas: 1°. La Comisión Negociadora sería el único medio de comunicación entre
el Comando y el Gobierno. 2°. No se aceptará ninguna gestión particular fuera
de la Comisión. 3°. Si dan muerte a un rehén, cesará toda la plática con la
Comisión y no habrá ningún convenio con el Gobierno. 4°. Todos los puntos
que tengan que proponer los guerrilleros deberán canalizarlos a través de la
Comisión. 5°. Para poder empezar el diálogo deben liberar a las mujeres,
inválidos y enfermos.
Como contrapartida los guerrilleros presentaron
también sus condiciones previas al diálogo. Fueron estas: 1°. Que cesen el
hostigamiento de la tropa. 2°. Que se quite el personal civil del frente de la
Cámara. 3°. Que se aleje la tropa. Que no presenten armamento pesado. 4° Que se
les entregue el alimento por medio de la Cruz Roja, con solo dos o tres mujeres
de esta institución.
3. ¿Quiénes eran sus contactos
o contrapartes en la negociación por parte del Gobierno y Ejército?
Nuestras entrevistas con los representantes del
Gobierno se tuvieron siempre en la tercera Zona Militar de San Pedro Sula. Y
estos generalmente fueron elementos militares.
4. ¿Qué impresión le causó su
primer contacto con los terroristas?
El primero lo tuvimos por teléfono desde la
Zona Militar. Hablamos con Uno para manifestarle que el Gobierno nos había
propuesto como mediadores; le preguntamos si nos aceptaban como tales,
contestando ellos afirmativamente. Le dimos nuestra descripción de cómo
llegaríamos, como íbamos vestidos y como saludaríamos antes de acercarnos a la
puerta.
Salimos de la Zona (Militar) antes de las 2pm,
más o menos. Nos llevaron en carro blindado hasta las inmediaciones del lugar
del conflicto. Lo mismo hicieron los demás días. Pero teníamos que aparcar el
carro algo lejos de la Cámara y seguir a pie, solitos y sin otra escolta que la
del Ángel de la guarda. Aquellos pasos del primer día los sentí muy pesados y
largos, La emoción era fuerte. Sentía como que me lanzaba al vacío o caminaba
al borde de un gran precipicio. Lógicamente fueron momentos de intensa oración
al Señor y de ponerme confiadamente en sus manos para bien de los rehenes.
Alivio mi nerviosismo el hecho de que fueron
los señores Mario Belot y Rafael Pastor Zelaya quienes nos abrieron la puerta,
que ofrecía un aspecto de desastre, con todos sus vidrios rotos y por el suelo.
Ya adentro me impresionó mucho el ánimo de algunos de los rehenes; denotaban
una agitación y ansiedad muy fuertes, aunque alguno mostraba mucha serenidad.
Los guerrilleros estaban más nerviosos que nadie. Era realmente impactante el
espectáculo de tantos vidrios rotos y por el suelo, de casquillos de bala por
todos lados. De los guerrilleros esbozados y con grandes manchas de nicotina
(de primer momento yo creí que era sangre) en los pañuelos que les tapaba la
cara.
La primera entrevista fue la más tensa que cabe
imaginarse. Desde un Ángulo de la Oficina de las negociaciones, como a menos de
tres metros, yo tuve un guerrillero que me estuvo apuntando todo el tiempo con
su arma pesada. Mientras hablábamos sonaban los tiros en el exterior. Como un
par de veces llegó algún número del Comando Guerrillero a dar parte a UNO y DOS
con mucha alarma del movimiento de tropas en el exterior.
En el clima de aquella primera sesión, aunque
yo me sorprendía de la serenidad que sentía, era muy difícil negociar. Pero se
había establecido el contacto. El diálogo estaba iniciado y había que abrirse a
la esperanza. Así se lo comunicamos a los rehenes al salir.
5. ¿En qué clima se llevaban a
cabo las negociaciones?
La gran tensión de la primera entrevista
disminuyó rápidamente en las siguientes sesiones. Poco a poco los guerrilleros,
especialmente el NÚMERO UNO, se mostraron más confiados con nosotros. En los
últimos días parecía que sentían que su vida dependía en gran parte de
nosotros. Para mí lo más difícil de las negociaciones en todo momento fue que
no sabíamos hasta donde estaba dispuesta cada parte a ceder, y que no sabíamos
qué estrategia o planes tenía cada una de ellos. Teníamos que adivinar. Nos
sentíamos como caminando siempre a tientas.
6. ¿Cuáles fueron los momentos
más difíciles de la negociación?
Hubo crisis momentáneas más o menos fuertes
durante las negociaciones. No es del caso relatarlas plenamente. Indicare
algunas: por ejemplo, nos sentimos muy molestos con los reiterados problemas
del agua del edificio, también con la manifestación popular, a la cual nos
opusimos abiertamente, sin resultado alguno por nuestra parte; en la noche del
jueves 23, sufrimos mucho cuando vimos que se interpretó muy mal en la Zona
Militar el hecho de habernos quedado nosotros a cenar con los rehenes. Ahí
corrió un grave peligro la mediación. Pero fue cosa relativamente momentánea,
aunque muy seria. Los días más difíciles, aparte de estos momentos de crisis
fueron el primero y el último. Hasta que arrancó el avión hacia Panamá no me
sentí tranquilo.
7. ¿Qué actitud adoptaron los
terroristas al negociar?
Al principio fue muy fuerte, sobre todo por
parte de NÚMERO DOS. Pero pronto nos dimos cuenta de que eran idealistas y no
tan matones como pudimos pensar al primer momento. Como ocurre en casi todos
los terroristas, algunas de sus exigencias eran utópicas, como la revocación
del recién aprobado decreto Antiterrorista. Les hicimos ver que esto era
competencia del Congreso y que no se podía resolver tan fácil y rápidamente
como pedían ellos. Y en la misma línea nadaban otras exigencias.
8. ¿Cuáles eran las
prioridades de sus exigencias?
A nosotros, aparte de las que mencioné antes
como previas al diálogo formal, no nos presentaron más que las que se conocen
públicamente, las del Comunicado N°. 1 y del Manifiesto N°. 1.
Por el modo que iban desarrollándose las
negociaciones, nos convencimos rápidamente que el punto clave para ellos era la
liberación de los presos políticos y desaparecidos, en especial de Fidel
Martínez y Tomas Nativi. Con la libertad de estos dos individuos. Con la
libertad de estos dos individuos o una información fidedigna sobre la suerte
corrida por ellos, se hubiera solucionado el problema de la CCIC mucho antes.
Pero por más que insistimos en ello, no pudimos lograr ninguna información
sobre estas dos personas que tanto interesaban a los guerrilleros.
9. ¿Por qué se
retiró de negociar el Encargado de Negocios de la Embajada de Venezuela?
El doctor Hugo Álvarez Pifano se retiró porque una de las dos visitas hechas con él a la CCIC el primer día, se nos preguntó porqué no se quedaba uno de nosotros, los negociadores, para garantizar el respeto del Gobierno hacia todo el personal de la cámara y su seriedad en las negociaciones. Les hicimos ver que allí había dos Ministros de Estado, el Presidente del Banco Central y otros funcionarios del Gobierno. Añadimos que nada ayudaría, antes, al contrario, podría hacer peligrar las negociaciones, si uno de nosotros se viera forzado a quedarse allí. No se insistió mucho entonces en ello y ningún otro día se volvió a mencionar este asunto. Pero a partir de aquel momento el Dr. Encargado de Negocios de Venezuela me manifestó que creía necesario salirse de la negociación, porque si se empeñaban en que uno de nosotros se quedase en la Cámara de Comercio, esto podría traer un conflicto muy serio entre Honduras y Venezuela. Al llegar el Señor Nuncio al día siguiente él se retiró, ofreciendo su ulterior cooperación en caso que fuera imprescindible.
10. ¿En base a que negociaban
la salida de los rehenes?
La liberación de los rehenes se fue pidiendo
cava vez en base a las circunstancias del momento, sin ceder ninguna
contrapartida especial. Solo al principio y al final hubo cierta exigencia
formal del Gobierno condicionada a algo. La del principio fue condicionada a
abrir la puerta de la negociación: se exigía para ello que ante debían liberar
a las mujeres y heridos. Al final fue como un amago de condición para
permitirles la salida hacia Panamá y Cuba a los guerrilleros. El primer grupo
liberado en la segunda visita a la Cámara el sábado al atardecer se originó en
una corazonada mía de pedir en un momento dado la liberación de algunos rehenes
para allanar el camino a la negociación y porque debía demasiados problemas
tener tantas personas en el lugar. Fue sorprendente parta nosotros ver como
accedía a ello “por cuestión de principio – dijeron—no por presión” y como
después de idas y venidas y consultas entre si nos entregaron n16 rehenes. Pero
se empeñaron en retener a dos mujeres, Mercedes y Nohemí Sikaffi, por
considerarlas empresarias. La liberación posterior de estas, de don Juan
Canahuaty y de Samy Abufele fue exigencia formal para iniciar directamente la
negociación. Los demás grupos se fueron liberando aprovechando los momentos
aptos de la negociación o argumentando en favor de los que estaban algo
enfermos o que se mostraban más agotados. El penúltimo día recibimos a ultimo
hora la exigencia del Gobierno de que solo quedases 10 rehenes para la última
noche, como condición para salir al día siguiente. Esta petición les contrario
mucho y temimos que constituyese un impase insalvable. Aunque no accedieron a
ella, en un gesto que dijeron estirar al máximo, liberaron otros cinco rehenes,
los últimos antes de la salida general. No estaban dispuestos a ceder más.
Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, San Pedro Sula
11. ¿Creyeron
ustedes en algún momento que tenía que haber una solución militar?
En ningún momento la creíamos necesaria ni
conveniente. Le temimos muchísimo y por nuestra parte hicimos todo lo posible
para evitarla. Pero mientras duraron las negociaciones y hasta que levanto
vuelo el avión, nunca nos sentimos tranquilos en este punto, aunque lógicamente
el Gobierno nunca nos consulto sobre lo que ellos hacían o pensaban hacer. Como
dije antes, el desconocimiento de las verdaderas intenciones de cada parte, era
los más aflictivo para nosotros. Por lo que veíamos u oíamos directa o indirectamente
sacábamos nuestras conclusiones, esperanzas o temores. La esperanza en una
solución pacifica fue nuestra meta indudable en todo momento. Aunque tuvimos
momentos de grandes dudas, siempre luchamos por ella. Pero el temor de una
solución violenta yo no la pude descartar totalmente en ningún momento: no la
deseaba, me horrorizaba, pero, talvez por eso mismo, la sentía demasiado
posible.
12. ¿Alguna
anécdota que valga la pena contar y recordar?
En la misa del domingo 19, a la hora de dar la
paz, yo me armé de valor y fui a darle la paz a una de los guardias
guerrilleros. Este se mostró muy azorado cuando me vio ir decididamente a él
para abrazarlo. No sabía qué hacer con su fusil. El día que salíamos al patio
para la soldadura del tanque de agua perforado por una bala, unos soldados iban
asomando las cabezas por la pared del cerco. Aquello parecía un juego, aunque
bien sabíamos que no lo era, y por esto uno de nosotros les decía a los que se
iban asomando:” No disparen, no disparen…” En la primera sesión con los
guerrilleros yo tuve uno de ellos que me estuvo apuntando todo el tiempo,
posteriormente los papeles se hubieran podido invertir, porque en varias
ocasiones, los jefes de UNO y DOS nos dejaron a nosotros dos solos en la sala
de pláticas, yéndose ellos a platicar a otra oficina contigua y dejando cada
uno su fusil abandonado en nuestra oficina y estando solitos nosotros, el Sr.
Nuncio y yo allí. La primera vez que sucedió esto miramos las armas, nos
sonreímos y no dijimos ni hicimos nada más. ¿Y si los hubiéramos recibido con
el fusil en la mano? Bien sabían ellos que nosotros no haríamos esto.
La noche del viernes 24, cuando se retiraron
los carros del frente de la fachada, el hombre que manejaba la grúa estaba tan
nervioso, que no acertaba a amarrar los carros para levantarlos. Después de
mucho batallar con el primer carro, yo no pude contenerme y me acerqué a darle
ánimos, diciéndole: “no tenga miedo, tranquilo hombre, que no le va a pasar
nada. Aquí estamos nosotros para defenderlo.” Luego supe que aquel hombre era
un militar que iba de paisano y andaba desarmado.
13. ¿Cómo
se sintieron al terminar esta odisea?
Como alguien que sale de una gran pesadilla. Di
profundas gracias a Dios por el feliz desenlace, y todavía aquella misma tarde
me sentí con ánimo para ir a bendecir la Iglesia de San Martín de Porres en
Puerto Cortés y a confirmar allí por la noche. Esto me sirvió para demostrarme
que la angustia había terminado y que volvía a mi vida normal. Sentí honda
satisfacción porque la Iglesia había podido ayudar y porque no la habíamos
comprometido ni desacreditado. Desde el momento en que la Comisión Negociadora
quedó integrada solo por el Sr. Nuncio y yo, ambos comprendimos que fracasaba
nuestra misión, esto se podía achacar a la Iglesia y podría acarrear un enorme
cúmulo de resentimientos profundos. Yo le pánico a esta perspectiva, no tanto
por lo que me podía afectar en lo personal, sino por las consecuencias que
podía traer a la Iglesia. Di gracias a Dios porque no sucedió así y por haber
podido servir, creo yo con verdadero amor y desinterés, a la Patria y a una
serie de personas cuyas vidas estaban en peligro. Solo sentí y siento todavía
no haber podido terminar antes aquellos de común angustia.
Sentíamos también la satisfacción de que había
triunfo un principio cristiano muy querido por nosotros; el poner al hombre por
encima de todo interés político o ideológico. Lo importante allí eran las vidas
humanas, las personas, el hombre. Y luchamos tenazmente por salvar esas vidas.
Llegó un momento en (que) la Comisión Mediadora tuvo que plantear claramente a
las partes en litigio que había llegado la hora de de escoger entre la
violencia y las vidas humanas, y que nosotros aconsejábamos optar por la vida.
Así nos sentíamos actuar en íntima consecuencia con uno de los grandes
principios de la doctrina moral y social de la Iglesia: primero Dios, luego el
hombre, la criatura más querida por Dios, hecho a su imagen y semejanza y
redimida por la sangre del mismo Hijo de Dios.
Salí también convencido de lo que tantas veces
antes había oído predicar al Papa y a la Iglesia en general de que la violencia
engendra violencia. El motivo fundamental fueron los desaparecidos. Los
Guerrilleros muy en su derecho de reclamarlos. Su seguridad se empezó a
desmoronar cuando supieron que algunos de los nombres en sus listas no eran
desaparecidos. Pero el problema no quedó agotado, ni mucho menos. Pensé que en
adelante en nuestra Patria no habría más desaparecidos, pero lastimosamente de
cuando en cuando se vuelve a hablar de ellos. Y cada vez que oigo o leo acerca
de un nuevo caso de estos, aunque no sepa por culpa de quien, me recuerdo de la
Cámara de Comercio y de aquellos largos ocho días de angustia.
Dios quiera que nunca más se repitan y que entre todos evitemos las causas justas o injustas, razonables o ilógicas que los provocaron.
(*)
Mario Flores Ponce, periodista y empresario de televisión, residente en SPS.
Formó parte de los rehenes de la Cámara de Comercio de Cortés. Escribió “La Toma..
Crónica del secuestro masivo más largo de la historia de Centroamérica”. La
entrevista que publicamos ha sido tomada de este interesante reportaje
histórico.
(1) El 17 de
septiembre de 1982, la Cámara de Comercio de Cortés fue asaltada por un
comando subversivo. Gobernaba el país, Roberto Suazo Córdova. Fueron capturados
como rehenes, altos funcionarios de la administración liberal, ex militares,
empresarios y empleados. El gobierno de Suazo Córdova, nombra una comisión
mediadora integrada por el Nuncio Apostólico, el Obispo Brufau de SPSS y el
encargado de negocios de Venezuela. Esta Comisión, negocio exitosamente la toma
subversiva y con el apoyo del gobierno de Panamá, los asaltantes abandonaron el
país.
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