Reseña: “LA MARIPOSA Y EL ALFILER”, UN LIBRO FASCINANTE

Oscar Aníbal Puerto Posas

1.      Un poco de literatura ecuatoriana

La figura más alta de la Literatura ecuatoriana es el poeta José Joaquín Olmedo, el autor de “Victoria de Junín”. Es un inmenso poema épico de los mejores en lengua castellana. En mi juventud -hoy ya lejana- aprendí a declamar algunos versos: “Venció Bolívar: el Perú fue libre; / y en triunfal pompa Libertad Sagrada / en el templo del sol fue colocada”. Ya en mi madurez, se lo declamé al ecuatoriano Carlos Arrobo, doctor en Jurisprudencia, y a la sazón Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción (ALOP). Arrobo me hizo una revelación que me dejó helado. “A Simón Bolívar, no le gustó el poema”. ¿Hasta ese nivel llegaba la arrogancia del “Libertador”? José Joaquín Olmedo (1780-1847), sigue siendo la piedra sillar de la literatura ecuatoriana. Varón de la ilustración. Doctor en Derecho y en Filosofía. Diputado ante las Cortes de Cádiz: Jefe Político, presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil independiente; diputado por Puno en la Primera Constituyente de Perú. Plenipotenciario en Londres y París. Pese haber sido un político “a tiempo completo”. Cultivó en las eras que regó con su sangre el padre Homero. De sus “Obras Completas”, sobresalen las composiciones tituladas: “Al general Flores, vencedor de Miñarica” y la bellísima “Elegía a la Muerte de María Antonia de Borbón”. Con todo, la más notable de sus producciones poéticas es “Victoria de Junín”, que ha servido para “educar en el culto a la bravura a muchas generaciones”. El juicio -de ser cierto- de Bolívar, sale sobrando. Ningún general ganó él solo las batallas.

Mientras García Moreno, es Presidente de la República, uno de los más brillantes escritores políticos de Hispanoamérica, Juan Montalvo, es su eterno enemigo y contradictor. Montalvo, fue un gran prosista. Escribió -entre otras obras- “Capítulos que se le olvidaron a Cervantes”. “El terremoto de Timbaba de Imbabura (que le valió una felicitación autógrafa de Víctor Hugo). Olvidaba una de sus obras clásicas: “Los siete tratados”. Nuestro gran Medardo Mejía, fue admirador de Montalvo. Al grado de haber leído “Los siete tratados”, en forma íntegra. Me consta. Yo era un humilde empleado de la Biblioteca Nacional, presto a atender al prodigio olanchano. Eran los gloriosos años sesenta del siglo pasado. Don Medardo me decía: “Si no hubiera nacido Montalvo, no hubiera aprendido el arte del ensayo, José Enrique Rodó”. Es decir, el ecuatoriano fue maestro del uruguayo. Montalvo nació en Ambato (1833), feneció en 1899.

Ecuador, también es la tierra del poeta Jorge Carrera Andrade, a quien se agregan otros nombres Gonzalo Escudero, Zaldumbide, Benjamín Carrión, Jorge Enrique Adoum (secretario de Pablo Neruda) y, tantos otros.

Al presente milenio, deslumbran por su bella prosa: Jarun Zambrano, Efraín Villacís y, naturalmente, Carlos Vásconez, autor de “La Mariposa y el Alfiler”. A él no basta nombrarlo. Le dediqué un capítulo de este ensayo.

2.      Breve abordaje del libro: la trama a grandes rasgos

“La Mariposa y el Alfiler”, es un libro tierno y hermoso. El autor, emplea una prosa magnífica, al punto que seduce al lector. La trama está influida por Gabriel García Márquez. Al grado que Carlos Vásconez, consideró “El amor en los tiempos del cólera”, la mejor novela de todos los tiempos. Criterio que compartimos, con una salvedad, para mí es la mejor novela de García Márquez. No me atrevo a compararla con la de otros autores. En círculos muy internos, he sostenido mi amplio afecto por “El amor en los tiempos del cólera”. Hay un autor, no recuerdo quién, que afirma que Gabriel García Márquez, no nació en Aracataca, sino en Cartagena de Indias, ciudad donde está ambientado, “El amor en los tiempos del cólera”.

“La Mariposa y el Alfiler” se basa en un prejuicio medieval, aún vigente en Hispanoamérica. La mujer debe llegar virgen al matrimonio. Requisito que no se le exige al varón. Una joven bella a más no poder, celebra esponsales de futuro con un ricachón. Éste pone en su dedo anular un anillo de diamantes. Al final se descubre que no era diamante. Lo llevan a un joyero y este lo destruye a golpes de un adminículo. La muchacha, previo a las nupcias, viaja a un pueblo callado y solitario: “La Azulada”. Isolda Santillán, se llamaba la doncella. Pierde la virginidad en un encuentro casual con un Adonis rural. Bello de pies a cabeza. Unas falsas amigas la empujan a la aventura sentimental. “Desvirgada” (esta es la voz que emplea el autor), contrae matrimonio con el señor Ortega. Golpizas, “tratos crueles e inhumanos” (como reza la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales; en fin, nace una criatura misérrima (probablemente fruto del aborto para destruir la evidencia de la relación preconyugal). Ante tanta ignominia, Isolda Santillán, abandona el hogar (en realidad su celda de torturas) y se dirige a “La Azulada”; poniendo así, luenga distancia con su cónyuge despiadado y cruel. Ortega, en segundas nupcias, procrea a Claudia, quien, al pasar del tiempo, sería una exquisita modista. Todas las “mujeres de bien”, de su país, vestían la ropa que ella diseñaba. A ese paso, construyó la industria textil. Atesoró millones en sus cuentas bancarias. Solo tenía un defecto. Consumía alcohol en forma desmedida. Eso sí, fuera de horarios de trabajo, y de marcas finas: whisky y martini. Ella eligió pareja: Roberto, escritor de altos vuelos. Vásconez, incorpora en detalle sugestivo. Claudia obliga a Roberto a adoptar el apellido Ortega. Él lo hace sin chistar. El autor, denuncia otro mal entendido: ¿Por qué la mujer casada debe llevar el apellido del esposo y no a la inversa? Claudia Ortega rompe el mito. Roberto Ortega, además, en la novela, es sumiso a su esposa. Contrario a lo que ocurre en la vida real. Todo iba de maravillas, hasta que muere Ortega, el padre de Claudia. El sujeto, rencoroso y ruin, hace, en su agonía, prometerle a su hija, que matara a Isolda. En Claudia había un complejo -bien definido por Freud- “Complejo de Electra”. Decidió cumplir el nefasto mandato paterno. Averiguó los pasos de Isolda. Supo donde vivía y se trasladó al pueblecito donde ésta residía. Obvio, buscó y encontró un hotel de lujo “El Pericandi”. Claudia hizo un encierro de lujo, junto a su esposo Roberto Ortega. Apartada “del mundanal ruido”, escanciaba copas de licor. En tanto, nadie le daba cuenta de Isolda. Al parecer, ésta había cambiado de nombre. En efecto, luego de llevar una vida licenciosa, cansada ya de su vida azarosa, llegó a un convento. Pidió hablar con la “Madre Superiora”. Una novicia, que era un encanto, la corrigió: “No hay una Madre Superiora, hay una “Madre Abadesa”. Esta no se hizo esperar. Se llamaba Raquel. Isolda, le manifestó su intención de abrazar la vida religiosa. La Madre, le vio a los ojos.- Encontró en ellos, harta bondad. Mucha ternura. No le pidió referencia alguna, ni de obispos, ni de curas. La aceptó y fue una monja ejemplar. Impoluta. Se hizo amar, al grado que, al morir, la gente pidió su canonización. La consideraban una santa.

Nadie tocó las puertas del monasterio, sin encontrar respuesta material o espiritual a sus quejas y a sus necesidades materiales. Sor Isolda, solucionaba sus pesares. Carlos Vásconez, proyecto un mensaje subliminal. La virtud femenina no está en la entrepierna. Radica, sí, en su alma. Claudia Ortega, siguió en la frivolidad. Isolda, de existir el cielo, hacia allá ha partido. En su obra, el autor crea otros personajes. Vale la pena recordar a Valentina, frecuentadora de cementerios. No iba a rezar. Iba a leerle a los difuntos las novelas de Charles Dickens. Lo hacía en voz alta. Fue una orate divina, ligada a la cultura y, además, negadora de la muerte. En una de sus visitas, encontró que las tumbas habían cambiado de sitio. No se alteró, abrió el libro, leyó embelesada. Valentina, es la mejor manifestación de “realismo mágico” que Vásconez incorpora a su novela. Encierra la espiritualidad cultural. Al terminar su lectura, ella besaba el libro con unción.

A lo dicho, agrego (si ya lo dije, insisto). El libro está escrito en una prosa bellísima.

Datos sobre el autor

Carlos Vásconez, es narrador y ensayista, con catorce libros a título personal. Entre estos “La vida exterior y las músicas secretas”. Presidió la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, entre 2010 y 2016.- Azual, es una provincia del Sur del Ecuador. Su capital es Cuenca. Ciudad cuna de Carlos Vásconez. Un hombre relativamente joven, vino al mundo en 1977. Se espera mucho de su estro.

Agradecimiento

Agradezco a la joven ecuatoriana, Andrea Rosales, el envío del libro que comento. Ella es una chica ecuatoriana. Cultiva relaciones de afecto con el ingeniero Daniel Alejandro Averruz Puerto, mi nieto.

Tegucigalpa, junio de 2025

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