Mirador: VOCACION Y ESPIRITU DE SERVICIO
Juan Ramón Martínez
En 1825, Dionisio de Herrera se queja que “los hondureños carecen de espíritu de servicio”. Cuando los bachilleres Flores, Fiallos y Soto, crearon la universidad, le dieron como misión la forja del “buen gusto y el genio emprendedor”, para hacer posible el éxito en la aletargada sociedad. Ramón Rosa, durante la “reforma liberal” descubrió que había que dejar atrás la teología y obedecer a la ciencia, para que, desde sus hallazgos, hacer posible el progreso de la nación que, patinaba en la insustancialidad y la pérdida del tiempo, por lo demás “filosóficamente inexistente”. Primero el ganado en pie. Después las minas; y al final el banano, fueron los productos que aproximaron a los productores, contratistas y empresarios a los mercados internacionales a finales del siglo XIX, dando el capitalismo sus primeros pasos.
Un siglo después, aunque la población ha aumentado en más de treinta veces; son mejores las comunicaciones por tierra y por teléfono; hay intermitente energía eléctrica en casi todo el territorio, el desarrollo capitalista es una noticia discreta y disimulada. Lo que más ha crecido es la pobreza – el 70% de los hondureños viven bajo el umbral de las carencias básicas. El rubro que más aporta al producto interno bruto son las remesas que los hondureños más pobres envían del exterior. La empresa más grande, que da mas empleo en el país, ahora es el gobierno, disputado sangrientamente por los políticos. Lo que significa que hemos hecho las cosas al revés. Porque esto no ocurre en ningun otro país de Centroamérica en las dimensiones nuestras, fuera de Nicaragua que “espadea” con nosotros en el gozo incomodo de vivir bajo la cola del atraso.
El salvadoreño tiene fama de trabajador. El tico de respetuoso de las ideas ajenas y por hablar bien de sí mismo. El chapín se siente más listo porque es dueño de la capital de CA; los nicaragüenses porque, --hablando hasta por los codos--, creen ganarle al más pintado. La fama de nosotros es que somos los menos trabajadores de la región. Los haraganes continentales. Claro, son estereotipos que de repente, no reflejan toda la verdad; pero, aunque no hay que creer todo, hay que prestarle atención. En nuestro caso, resulta que en la medida que crecemos numéricamente, es visible la reducción la productividad media, siendo ahora incapaces incluso de alimentarnos por nosotros mismos.
Detrás de un pueblo hay un aparato reproductor de ideas. Es el sistema educativo constituido: por escuelas, colegios y universidades. Y respaldado por padres de familia, políticos, burócratas, empresarios, sacerdotes, pastores y comunicadores.
La conclusión es inevitable: el sistema reproductor de ideas –el sistema educativo- es ineficiente. El producto que entrega a la sociedad son personas para el fracaso, el lamento; y la amargura. No para el éxito. Y en la búsqueda de causas –encontramos que la mayoría de los educadores, políticos, pastores, burócratas, empresarios y comunicadores, no tienen vocación. Carecen de espíritu de servicio. El objetivo que les mueve es triunfar y jubilarse, para no trabajar. Conjugar este verbo es un peligro, “un enemigo” como repite la pegajosa canción del “negrito del batey”.
Mario Membreño, egresado de la Escuela Superior del Profesorado en “Luis Beltrán Prieto y la Educación Pública Hondureña” escribe que, en la investigación realizada en Centroamérica, encontraron, “que solo un porcentaje no muy elevado de los que aspiran ser educadores lo hacen por vocación”. Extrapolando, -- para discusión--, es igual para políticos, burócratas y universitarios de todas las carreras. Búsqueda del ascenso social, normal e inevitable. La riqueza pronta. La rápida jubilación. Lo demás, importa poco. El resultado: pobreza general e irrelevancia como nación.
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