Contracorriente: LIBERALES Y SOCIALISTAS
Juan Ramón Martínez
Con su estilo, Salvador Nasralla ha dicho algo efectivo y verdadero: los liberales y los socialistas son diferentes. Contrarios e incluso, mutuamente indigeribles políticamente hablando. Aunque tanto el liberalismo como el socialismo son hijos de la Ilustración – filosofía política que redime el poder y la fuerza de la razón ante cualquiera otra consideración de acceso al conocimiento – son dos “hermanos” de conductas diferentes. Octavio Paz escribió que el liberalismo “enseño a pensar libremente”; el marxismo “es un obstáculo que impide el conocimiento”.
Además,
el Liberalismo propone. El marxismo “solo libera” de los explotadores. Marx hizo la crítica al liberalismo y al
capitalismo, sin ninguna propuesta. En cambio, el Liberalismo anticipa la
posibilidad real de construir la utopía de la fraternidad, – en una sociedad
perfectible – mediante el reconocimiento que todos somos iguales; que lo que
mantiene unida a la sociedad perfectible es el respeto a la ley. Y que el
ejercicio de la libertad nos hace responsable a todos. Y que, dentro de esas
libertades, la iniciativa económica debe ser respetada por el gobierno que más
que otra cosa, es “gerente del bien común”. Nada más. Es tan obvio que Marx se quedó en la crítica
del capitalismo – muy buena para su tiempo – y nos dio útiles herramientas de
análisis, que no propuso un programa de cambio y de gobierno. Por ello es que
Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, Castro y otros, se enfrentan y disputan con
fiereza casi criminal, imponiendo ideas de cínica “dictadura del proletariado”.
Y otras barbaridades.
En
cambio, según Michael Walzer, “el liberalismo es una doctrina extraña, que
parece continuamente dedicada a socavarse, a desdeñar sus propias tradiciones;
y a producir en cada generación renovadas esperanzas”. Algo de esto se siente
como eco lejano en la frase más inteligente del liberalismo de mediados del
siglo pasado, repetida por sus líderes más sobresalientes en el sentido que el
liberalismo era: “el partido de las milicias eternamente jóvenes, que renovaba
sus doctrinas y sus propuestas de generación en generación”. Desafortunadamente
la pereza teórica, ha hecho que fuera de lo citado, el liberalismo cayo en la indolencia
reflexiva y en la repetición de expresiones y configuraciones desafortunadas
porque no supo cómo imaginar la Honduras nueva; o se quedaron repitiendo expresiones
propias de México, Francia o los Estados Unidos.
Incluso
en algún momento en la década de los sesenta del siglo pasado, los liberales
llegaron al extremo de negarse a sí mismos, ubicándose sin más, en una “izquierda
democrática” vacía; y sin sustento liberal. Espigada más por ciertas nostalgias
positivistas; y, por falta de orgullo de lo que realmente ha sido la enorme
contribución del liberalismo en la construcción de un mundo mejor. La derecha
liberal en cambio, indolente e iletrada, se volvió pesada, romántica y
artificial con Rodas Alvarado, narcisista con Flores; vacía y rural con Suazo
Córdova; e imperial con Carlos Roberto Reina. Con aromas marxistas de un materialismo
esclerótico aportado por Jorge Arturo Reina.
Ahora,
cuando Mel – atorrante político animado más
por el encanto del poder que por la fuerza del servicio – reta a los liberales,
estos deben responder. Para ello, es útil que se redefina el liberalismo
hondureño; y se diferencie del socialismo autoritario que no tiene pies ni
cabeza; pero si un brazo amenazante que puede ponernos de rodillas.
Hay
que defender que la nación ha sido imaginada y creada, en lo que cabe, por las
ideas liberales. La Federación primero y la República después, fueron vaciadas
en el modelo liberal. El PL con Céleo Arias y Policarpo Bonilla, introdujo la
defensa de los derechos humanos, los limites al gobierno, el control de la
sociedad sobre sus titulares; y la iniciativa individual como motor de la
economía. Los liberales exaltaron siempre la igualdad ante la ley, el respeto al
estado de derecho, la democracia como forma de participación igualitaria; y la
libertad individual, exclusivo camino para la existencia autentica. Y con
Villeda Morales, el gobierno se comprometió en lo social, desafortunadamente
sin que se lo limitara. Ocurrió entonces que, en nombre del servicio, ha
crecido tanto que nos ha quitado espacio y negado ejercicio de la libertad.
Ahora
es el tiempo de recapitular y asumir los conceptos fundamentales del
liberalismo. Sin caer en el positivismo “comteano”; o dejar la catedra a los
jóvenes marxistas disfrazados de liberales a los que, en un tiempo se les dio
la tarea de enseñar “liberalismo” a los liberales. Ciegos, dirigiendo a ciegos.
Vea usted.
Debemos estar expectantes unirnos y no como pueblo si no como Liberales de sectores sociales Ejem Magisterio, los agricultores, los garifunas, los reservistas, entre otros para luchar por el bienestar común según la raíz social
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