Hace 50 años: “LO HORCONES”, LEPAGUARE: HISTORIA DE UNA MATANZA (XI)
Anales Históricos
PARTE XI
Juan Ramón Martínez
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Alcaldía de Juticalpa, Olancho.
31) Las tensiones y los temores en las
familias de las víctimas y los victimarios.
Para inicios del mes de agosto la calma no
había regresado al país. En abril se había producido la sustitución de López
Arellano por Melgar Castro y el 25 de junio Honduras se había visto estremecida
por la matanza de los Horcones. En las páginas de los periódicos todavía
expresaban en sus páginas principales, evidencias suficientes para concluir que
los acontecimientos del 25 junio hubiesen sido asimilados u olvidados. Aunque
nuevos temas ocupaban el escenario nacional, especialmente desde que los dos partidos
principales del país, se habían unido y empezado una campaña en contra del
gobierno irregular dirigido por Melgar Castro y al que se le exigía que
empezara a dar los pasos pertinentes para devolver la soberanía popular al
pueblo, la inseguridad en Olancho y en Choluteca especialmente, seguían pesando
en el ánimo nacional. La actitud defensiva por parte de los líderes militares
se puso en evidencia en el discurso pronunciado por Policarpo Paz García, Jefe
de las Fuerzas Armadas, reclamando que la superación de Honduras correspondía a
los militares, sin decir en qué basaba tal superioridad. En forma categórica
dijo, como si tuviera toda la razón, “que a los hombres de armas corresponderá
el privilegio histórico de encaminar a Honduras por derroteros de superación
humana” sin tomar en cuenta los hechos de Olancho; ni la reacción de los
partidos políticos exigiendo el retorno al orden constitucional de derecho. Y
menos los mediocres resultados logrados por las administraciones militares. (El
Día, 15 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
En el mismo discurso y dentro de la lógica de
la falsa superioridad de los militares sobre los civiles, el coronel Paz
García, “también fustigó, veladamente a los partidos políticos tradicionales y
al sector terrateniente”. Asimilándolos en un solo bloque, por primera vez; y
tratando de justificar un nuevo balón de oxígeno para el reformismo militar con
el que Osvaldo López Arellano había justificado su regreso al poder el 4 de
diciembre de 1972.
El Día, de Tegucigalpa, en su edición del lunes
4 de agosto publicó que en Olancho todavía privaba el afán de venganza entre
sus habitantes. Dice, contrario a lo deseado por muchos, que allá, existe “un
afán de venganza (que) se advierte en el departamento de Olancho como secuela
de los sangrientos sucesos del 25 de junio en el Centro de Capacitación Santa
Clara y la hacienda Los Horcones. “Olancho, -sigue diciendo el reportero-,
caracterizado tradicionalmente como escenario de hechos violentos, ha observado
en las últimas semanas un ascenso en el índice de muertes por la vía trágica.
Así lo confirman las estadísticas del Hospital San Francisco, de Juticalpa y
los últimos acontecimientos. Para el caso, en la semana comprendida entre el
miércoles 23 y el martes 29 del mes recién pasado (julio) se produjeron 7
muertes violentas, es decir un promedio de una víctima por día. Por lo menos la
mitad de las mismas tiene relación con los sucesos del 25 de junio. El
miércoles 23 murió Gonzalo Gálvez (El Panadero) mediante tres disparos
(inferidos) por la espalda por un desconocido. José Santiago Becerra
(emparentado con Manuel “Mel” Zelaya, del que se dijo que era capataz suyo) “se
suicidó” el jueves 24 en la localidad de Culmí; el día 25 “se suicidó” un
soldado en Catacamas: se hizo un disparo de rifle M—1 en la garganta, según el
informe médico; el terrateniente Humberto García murió a machetazos el sábado
26 en la aldea Zopilotepe; el “panadero” Luis Romero Matute quien acompañaba a
García al momento de su muerte fue acribillado a tiros por un grupo de
desconocidos en el Barrio de Jesús, de Juticalpa, el domingo 27; Pablo
Marroquín, sindicado como autor de la muerte de El Panadero fue victimado por
agentes del DIN en Juticalpa la tarde del lunes 28; y el martes 29 resultó
muerto Macario Orellana Díaz, tras un enfrentamiento entre civiles que dejó
cinco heridos más en la aldea Miras, jurisdicción de Catacamas. Es de hacer
notar que varios de los hechos arriba apuntados se produjeron en la ciudad de
Catacamas, donde prestaba sus servicios el desaparecido colombiano Iván
Betancourt. Los demás se efectuaron en Juticalpa, teatro de los acontecimientos
del 25 de junio”.
El reportero de El Día, con el ojo atento,
observa además que “Juticalpa atraviesa por una aparente normalidad en sus
actividades diarias. El comercio se desarrolla sin tropiezos, las oficinas
públicas y privadas operan como de costumbre y la Iglesia local tiene sus
puertas abiertas para los feligreses sin la presencia de soldados armados en
sus alrededores. La enseñanza, en sus niveles primario y secundario, tampoco
muestra atraso alguno. El valle de Lepaguare representa un ambiente similar.
Las operaciones de los aserraderos de la Familia Casanova se desenvuelven
normalmente y tractores de la Dirección General de Caminos rellenaron por
completo la enorme excavación que se hizo paralelamente al pozo de malacate en
la Hacienda “Los Horcones” para localizar los cadáveres de los sacerdotes,
estudiantes y campesinos sacrificados. Toda esta calma que a primera vista se
aprecia actualmente en Olancho es, sin embargo, superficial. Tal es la
conclusión establecida por el enviado especial de “El Día” luego de permanecer
los últimos días en aquella vasta zona del país y realizar una serie de
investigaciones con representantes de los distintos sectores sociales de la
región”. (Reynaldo Amador, El Día, 4 de agosto de 1975, Colección Hondureña,
UNAH).
En la segunda entrega de El Día, Amador dice
que por “entrevistas con ciudadanos de los diversos estratos permiten
determinar que la calma en Olancho es aparente. El ambiente es dominado por el
temor popular a nuevas represiones del Ejército y por el espíritu de venganza
que prevalece entre algunos círculos del sector más perjudicado en los crímenes
del 25 de junio: el campesinado. Lo que para algunos es manifestación
revanchista, no identifica a ninguna organización campesina en particular ni a
tal o cual tendencia ideológica. Tampoco proyecta sus planes de acción
generalizando indiscriminadamente contra todo el Ejército como institución o la
clase terrateniente entera. Los sentimientos de amargura e indignación
particularizan en las personas de los sindicados como responsables directos de
los crímenes de Santa Clara y el Valle de Lepaguare. Puede afirmarse inclusive
que la población se avergüenza del origen olanchano de algunos de los
implicados. El resentimiento popular se extiende también hacia aquellos calificados
como responsables indirectos de las matanzas, en virtud de las actividades
instigadoras que se les atribuyen.
Entre ellas, según los sondeos realizados se
encuentran el ex supervisor Guillermo Ayes Mejía y los dirigentes ganaderos
Juan Zambrano y Fernando Lardizábal. La familia Casanova, propietaria de los
conocidos aserraderos PECAS que funcionan en Lepaguare, ha merecido la
creciente animadversión de los pobladores. Los millonarios empresarios de
origen francés son relacionados en acciones de complicidad con el terrateniente
Manuel “Mel” Zelaya. Respecto a la entidad castrense (Ejército, FUSEP, DIN) se
advierte un evidente deterioro de su imagen pública. La ciudadanía divide sus
opiniones entre los que estiman que la participación militar en los asesinatos
del 25 de junio fue circunstancial; y los que creen que la misma es una
práctica clásica entre todos los uniformados. Dos casos sucedidos en fecha
reciente pueden dar al lector una idea de la otra cara en el diario vivir de
los habitantes. La señora Piedad Mazzoni de Bärh, esposa de Carlos Bärh,
recibió anónimos donde se le amenaza con “descabezar” a sus hijos por los
delitos atribuidos a su marido, la reacción no se hizo esperar y el hijo mayor
del matrimonio fue enviado a los Estados Unidos para tratar de ponerlo a salvo
de eventuales represalias.
El ex Presidente de AGAO (Asociación de
Ganaderos y agricultores de Olancho) Juan Zambrano – célebre por su fobia hacia
los campesinos – encontró una mañana frente a su vehículo particular un rótulo
que decía: “Mañana te toca a vos”. Los vecinos de Juticalpa recuerdan que
Zambrano optó por enclaustrarse por varios días y ha aumentado las medidas de
precaución personales. Así como en estos dos casos, similares mensajes de
amenazas han sido enviados a numerosas personas ligadas de una forma u otra a
los responsables de los sucesos del 25 de junio. Es decir, superficialmente se
desarrolla en el departamento una vida común y corriente, pero en el trasfondo
los distintos círculos sociales están seguros de que apenas se está
experimentando un compás de espera y que tarde o temprano nuevos hechos
conmoverán la región.
El panorama anterior es consolidado por la
altanería que manifiestan muchos de los latifundistas luego de la masacre. Al
parecer, para algunos terratenientes se ha ganado la partida a los “campesinos
invasores” y más de uno confía que los acontecimientos del 25 de junio se
constituyan en la receta que acabe con la lucha por la tierra en que está
empeñado el campesinado. Empero, también existen propietarios de tierras que
están conscientes de la agobiante situación de los hombres del campo, y admiten
que de no adoptarse una actitud consecuente y ceder a algunas de las demandas
de la masa campesina, sus propiedades y vidas están en peligro inminente. Este
grupo de terratenientes, desdichadamente muy reducido, tampoco es partidario de
la compra de funcionarios civiles y militares para la comisión de acciones
trágicas tan espantosas como los acontecidos en Santa Clara y Lepaguare. En
Olancho, resumiendo, el problema comienza. La sangre dejara de correr hasta que
se demuestre a aquellos compatriotas que los responsables del asesinato
colectivo del 25 de junio recibirán el castigo y, fundamentalmente, hasta que
la reforma agraria se ponga en práctica efectivamente, sin reparar en las
presiones e intereses creados del presente momento (Reynaldo Amador, El Día,
8 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
32. Uno de los asesinos teme por su vida y
nadie le cree.
Manuel “Mel” Zelaya Ordoñez & El ganadero asustado.
Por otra parte, uno de los implicados en la
matanza de los Horcones, Manuel Zelaya Ordoñez, hizo públicos sus temores,
afirmando que cree que “la muerte lo ronda”. El ganadero olanchano, “sindicado
como uno de los responsables directos de la masacre del 25 de junio ha recibido
amenazas de muerte en el propio lugar donde guarda prisión, según lo conocido
en medios allegados a su familia. Las informaciones obtenidas por “El Día”
establecen que Zelaya afirma haber recibido supuestas amenazas contra su vida
en un afán de sectores no identificados para evitar que ofrezca detalles sobre
lo que Mel llama verdaderos responsables de las muertes de Olancho. Zelaya
quien al parecer no acepta la responsabilidad en la ejecución de las víctimas
en su hacienda de los Horcones en Lepaguare, también ha informado a su familia
que tanto él como sus compañeros, son objeto de una campaña de terror por parte
de sus carceleros. La supuesta campaña consiste en acuerdo con lo notificado
por la fuente, en toques a las puertas de las celdas y excitativas para que
salgan de las mismas, cometidas por los soldados encargados de su custodia en
horas avanzadas de la noche. La petición pese a ser formulada en términos
respetuosos nos es atendida naturalmente. Consultados algunos círculos
oficiales en torno a tal versión, se dijo a “El Día”, que la misma no tenía
visos de veracidad y que sin duda se trata de suposiciones del señor Zelaya o
sus familiares”. (El Día, 4 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
Mel Zelaya, de 50 años de edad, estaba recluido
en “La Mora”, una sección especial dentro de la Penitenciaría Central,
destinada a personas de poder económico y ubicada muy alejada del resto de las
bartolinas de los prisioneros comunes. Según la información lograda, dormía con
dos de sus hijos: Manuel, el mayor y Carlos. En agosto el clima es muy
caluroso; y sin duda la madera se contrae y produce algunos ruidos perceptibles
para personas estresadas, como es el caso de Manuel Zelaya que, además, tenía fama
de ser muy crédulo sobre espíritus y aparecidos. Eran conocidos sus miedos
entre sus amigos. Por otra parte, tanto el cómo sus hijos, formaban parte de
una saga familiar que había sido víctima de sus enemigos. En la fecha a que nos
referimos, Manuel Zelaya, había perdido dos parientes cercanos de su madre –
dos tías – a manos de enemigos desconocidos que les habían provocado la muerte
en horas de la noche, sin que se supiera quienes eran los autores. Además, hay
suficientes evidencias que Mel Zelaya era un alcohólico que tenía dañado su
sistema nervioso y que, además, sufría de alucinaciones las que, entre otras
cosas, lo obligaba a esperar ataques; o a construir escenarios diferentes a en
los que él había tenido alguna participación. La implicación de los hechos por
los que estaba encarcelado y sometido a proceso judicial, tenían turbadas sus
facultades y es muy probable que tuviera entonces problemas para dormir
habiendo desarrollado un cuadro de alta sensibilidad que le obligaba a percibir
sonidos en forma superior a los normales. Esa es la razón que nadie de la
Penitenciaría Central le prestara atención y le diera alguna importancia a sus
denuncias y temores en el sentido que alguien lo quería matar. Tan poco respeto
se les dieron a sus declaraciones que el mismo periódico, publicó una
caricatura en donde no se disimula la mofa que más duele a los olanchanos: que
tienen miedo.
33. Captura de sacerdote en occidente,
recrudece tensiones entre la Iglesias Católica y los militares.
Padre Fausto Milla, párroco de Corquín.
El viernes 8 de agosto en horas de la mañana,
mientras atendía la solicitud de una autoridad que requería de su opinión sobre
propiedades de la iglesia de Corquín, el padre Fausto Milla fue detenido y
encarcelado por órdenes del juez Mario Tinoco. “La información establece que
Milla – originario de Guarita Lempira y de 47 años – fue capturado en el
Juzgado Primero de la localidad (Nueva Ocotepeque), en los momentos en que
procedía a aclarar una denuncia de un robo interpuesta en su contra por
terratenientes. El sacerdote está a cargo de la Parroquia de Corquín,
departamento de Copán, y fue acusado de haber robado una corona y una silla
antigua ocupada por los obispos en sus visitas, por agricultores y ganaderos
indispuestos contra su persona. La orden de apresamiento contra el religioso
fue impartida por Mario Tinoco recién egresado de la Facultad de Derecho había
tomado posesión el Juzgado Primero de Letras el miércoles 6 del presente; dos
días antes del suceso. Según lo informado por nuestro corresponsal, Tinoco
actuó en complicidad con los terratenientes que acusan a Milla, además de
ladrón, de subvertir el orden y sembrar la intranquilidad entre las masas
campesinas de la región con las cuales siempre ha estado identificado. El
sacerdote ha cobrado mucha popularidad en la zona por la labor de proyección
social que ha venido realizando a favor de los campesinos, lo cual ha
disgustado a los terratenientes que ven en ello un grave peligro para sus
propiedades”. “Entrevistado por nuestro colaborador en Nueva Ocotepeque – sigue
diciendo el periódico “El Día” – Milla declaró encontrarse tranquilo en la
cárcel, por cuanto está consciente de haber actuado de acuerdo con lineamientos
establecidos por los Documentos de Medellín, referente a la función de la nueva
Iglesia Católica. Milla ha recibido en estos días pasados la visita de
numerosos campesinos de diversos puntos de la zona occidental, quienes le
llevan comestibles y otros obsequios que el cura comparte con sus compañeros de
celda. Las autoridades no han impedido a los campesinos patentizar su simpatía
por el sacerdote. Entretanto Monseñor José Carranza Chevez, Obispo de la
Diócesis de Occidente ha puesto un abogado para que defienda a Milla de las
acusaciones de los ganaderos y agricultores. Se informo finalmente que los
componentes de la citada diócesis han sostenido reuniones con carácter
emergente en los últimos días en el Centro de Capacitación “El Yunque” de Nueva
Ocotepeque”. (El Día, 14 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
34. En Choluteca, los militares mantienen un
clima de terror contra la Iglesia Católica y también contra los políticos
tradicionales.
Puente entrada de Ciudad de Choluteca.
En el periodo que nos ocupa, también en
Choluteca, se mantiene un clima de mucha tensión al grado que para muchos
observadores existe un virtual estado de sitio, porque están prohibidas las
reuniones, se impide dar declaraciones a los medios y Radio Paz, de la Iglesia
Católica del Sur, sigue fuera del aire porque los militares han tomado los
transmisores e impedido sus operaciones. El 25 de junio anterior, dentro del
operativo montado por los militares para frenar la Marcha de los Campesinos
hacia Tegucigalpa, tomaron y apagaron los transmisores de Radio Paz una de las
emisoras más escuchadas de la zona. El 28 de agosto, la emisora seguía fuera
del aire, en vista que los militares tenían bajo su control sus transmisores e
instalaciones.
En esta misma fecha, Práxedes Martínez, publica
una nota periodística en la que dice que “desde la semana pasada cunde la
zozobra en la zona sur de la República, donde efectivos de la Fuerza de
Seguridad Pública y del Ejército han puesto práctica un operativo militar con
miras a evitar concentraciones políticas que los partidos políticos han venido
anunciando que realizaran en Choluteca. El sábado y domingo pasado,
carros blindados del ejército exhibiendo toda clase de armamento llenaban
carreteras y calles inmediatas a la ciudad de Choluteca y municipios aledaños.
Como parte de este operativo fue cercado el mercado municipal y registradas las
personas venidas de los municipios en procura de sus compras de rutina como ser
la búsqueda de granos de primera necesidad. Simultáneamente se paraba el
tránsito de vehículos y se procedía a registrar y a desarmar a la ciudadanía. A
estas alturas más de 2.000 pistolas de agricultores, comerciantes y
profesionales han sido decomisadas sin dar ninguna explicación. Hombres
honrados como Francisco Rodríguez Williams y David Mendoza Lupiac fueron
registrados y decomisadas las armas que portaban al conducirse a sus centros de
trabajo. Y mientras se desarma a la gente honrada, los ladrones “vestidos de
militares” asaltaron el carro pagador de la “Azucarera Choluteca” de la cual es
gerente Rodríguez Williams, llevándose más de Lps. 13.000.00. La situación es
más grave en los municipios del departamento donde prácticamente desde la
semana pasada existe un virtual toque de queda. El Presidente del Comité
Departamental del Partido Nacional fue citado al despacho de la autoridad
militar, donde se le prohibió terminantemente la celebración de la
concentración política que se tenía programada para estos días. Mientras tanto
las autoridades centrales de ambos partidos políticos celebraban consultas de
urgencia para trazar una nueva estrategia en la lucha constitucionalista”. (Práxedes
Martínez, La Prensa SPS,28 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
La situación creada en el sur, era una muestra
como el conflicto del 25 de junio de los militares en contra de los campesinos,
había escalado, dos meses después, a otro entre los partidos políticos –
Partido Liberal y Partido Nacional – y el gobierno de Juan Alberto Melgar
Castro, urgido por la ciudadanía a que estableciera fechas y un proceso para el
regreso al orden constitucional, mediante la convocatoria a elecciones
generales para una Asamblea Constituyente. Por ello es que, los militares no
tienen interés alguno en reducir sus tensiones con la Iglesia Católica del sur,
por medio de la reapertura de Radio Paz. Todo lo contrario. Ahora su interés es
mantener la emisora fuera del aire porque ya no son solo los campesinos los que
están en contra, sino que, además, los terratenientes, agricultores y los
políticos se han unido en contra del régimen militar.
La nota enviada desde Choluteca por 22
promotoras sociales de Cáritas pidiendo la reapertura de Radio Paz es
interesante porque además de los argumentos tradicionales, aporta datos
concretos sobre la importancia que tiene para la población más pobre las emisiones
radiales de la aludida emisora. Los solicitantes, sin embargo, no saben que
para los militares no eran admisibles, porque ellos no querían que el pueblo
recibiera ningún tipo de animación que pudiera dirigirse en su contra. La
contradicción entre el poder militar y la ciudadanía hondureña, podemos decir
que, a fines de agosto, alcanza su más alto nivel. Y el instrumento de medición
es la carta que incluimos textualmente a continuación: "1. Cierre de Radio
Paz.
a) Considerando que, como responsables de
Clubes de Amas de Casa (CAC) en el sur de Honduras y conscientes que la radio
es un medio de comunicación social la cual está al servicio del pueblo en
general, pedimos con carácter de urgencia la reapertura de la misma ya que la
necesitamos con mucha urgencia. b) Considerando que en ningún momento Radio Paz
ha servido para la subversión, sino que al contrario nos ha servido y
favorecido para desenvolvernos ampliamente en beneficio de nuestra comunidad.
c). Considerando que el pueblo es el afectado, nos preocupa como responsables
de un programa educacional el cierre inesperado de Radio Paz. d). El valor de
los programas y que afecta a la mayoría de la gente son los siguientes: 1) Para
ti mujer; 2) Celebración de la Palabra; 3) Catequesis; 4) Transmisión de la
misa; 5) Hora Bíblica; 6. Alcohólicos Anónimos; 7. Clases Escuelas Radiofónicas
(EE.RR). Y a consecuencia de esto 6.000 alumnos están a punto de perder su año
de estudio.
2). El retorno de los religiosos y
religiosas a Olancho. a) Considerando que el cristiano tiene una fe viva en
Cristo y que tiene una necesidad de alimento espiritual, suplicamos que los
sacerdotes y religiosas regresen a sus lugares de Evangelización. Creemos que
ellos son los que más se preocupan por la formación espiritual de la humanidad.
Los feligreses de la Iglesia Católica creemos que ellos son los representantes
de Cristo en la tierra para transmitir el mensaje de salvación para todos sin
distinción de clases ni credo político. Rogamos a usted, que nuestra petición
sea escuchada, deseamos que dios ilumine su camino para que reine la paz y la
tranquilidad en nuestro país. Atentamente. Promotoras sociales del Sur" (El
Día, Tegucigalpa, 8 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).
Esta carta no hay constancia que haya llegado
al conocimiento del coronel Melgar Castro. Tampoco encontramos evidencia de
respuesta alguna para ese grupo de 22 mujeres campesinas que, formadas como
promotoras sociales, le escriben al Jefe del Estado planteándoles sus problemas
y pidiéndole la reapertura de Radio Paz, emisora propiedad de la Iglesia
católica del Sur, que entonces dirigía Monseñor Marcelo Gerin.
(CONTINUARÁ)
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